martes, 16 de diciembre de 2008

Bodegas de Otazu
















Bodegas Otazu

La primera excursión con el grupo de fotoperiodismo fue a las bodegas de Oteza, un chàteaux bordeleses en donde se elaboran sus vinos más singulares. La historia de los Señoríos de Otazu y Eriete se remonta a la Edad Media. En diferentes coches salimos de la universidad camino del Señorío, en el camino íbamos disfrutando de los contrastes de colores que presentaba el paisaje. La tarde iba cayendo y el sol hacia que los montes, paisajes y casas se convirtieran en motivo fotográfico.

Llegamos a la bodega y allí nos esperaba Cristina, la que iba a ser nuestra guía en este trabajo fotográfico y de los sentidos.

Nos iba enseñando las diferentes salas a la vez que nos explicaba lo que en ellas se llevaba a cabo. Parecíamos chinos, pero con un poco más de arte, queriendo fotografiar todo motivo, todo objeto, todo gesto. Y así nos fuimos adentrando en las profundidades de este chàteaux francés. Cada uno ponía su toque personal, ya que todos fotografiábamos lo mismo, y de no ser así, todas las fotos serían iguales, ahí radica una de las importantes cuestiones de la fotografía, aunque el motivo sea el mismo, el distintivo lo pone la persona, con su carácter y ambición, haciendo de cada objeto una obra maestra creada por él, que no se verá de la misma manera en otro trabajo, porque, aunque realidades iguales, perspectiva diferentes, que es lo que importa.

Nos fuimos dividiendo por la bodega cuyo estilo arquitectónico tiene su importancia, se compone de nueve bóvedas subterráneas de hormigón. En estas salas se encuentran todas las barricas en proceso de maduración del vino. Esta construcción es conocida en el mundo de la arquitectura por su emblemático diseño y envergadura.

Tras la explicación de la elaboración del vino y su sistema de embotellamiento, pasamos a saborear el buen vino de Otazu. Éste venía acompañado por cortesía de Juan, de queso y panes, para comer entre el cálido vino. Dos muestras de vino paladearon nuestros sentidos pero por unanimidad ganó el blanco, una explosión de sabor, frescor, y olores.

Entre cata y cata, nos íbamos conociendo un poco más, es lo que tienen estas cosas, que más vales tarde que nunca pero al final se acaba conociendo a la gente, y en este contexto mejor que mejor.

La experiencia fue muy buena, lúdica y divertida, la verdad que aprendimos mucho y nos dio la oportunidad de conjugar fotografía, arquitectura, gastronomía y lo mejor del vino.

¡Habrá que repetir!

lunes, 15 de diciembre de 2008

Valle del Roncal





Cristina Sarasola, natural de San Sebastian de 22 años y Licenciada en Periodismo, decidió involucrarse con el voluntariado desde que comenzó la carrera es por ello que cuando al terminar la carrera decidió dedicar un año a involucrarse de lleno con las causas sociales, organizar y sacar adelante proyectos que son parte de la realidad de UAS.

¿Cómo coordinas todas las áreas?

A través de las reuniones semanales que tenemos ponemos en común lo relativo a cada área. Para estar en contacto con los coordinadores tenemos un sistema de intercambio de impresiones y aporte de información a través del mail. Cuando surge algún tipo de problema en la asociación o entre la asociación y los coordinadores, somos UAS los que nos ponemos en contacto con la asociación y solventamos los problemas que hayan acontecido.

¿Cómo defines tu trabajo?

Gratificante pero a la vez complicado ya que está formado por personas, y por ello es complejo. Se depende de la gente para sacar UAS adelante, no vale con la mera presencia sino que hay que estar al pie del cañón siempre. Las personas no reciben retribución por su trabajo sino que son voluntarios que se entregan por una causa.

¿Qué les cuentas a las personas para que se incentiven?

Por norma general las personas que tienen el espíritu de ayuda vienen ya incentivadas, saben qué les gusta y viene buscando algo por lo que entregarse, ayudar a los demás y poder ser útiles para alguien. Los que empiezan de normal no lo dejan sino que proponen nuevas iniciativas y traen nuevos voluntarios. A veces es difícil el compromiso en detalles como el día, hora… porque a esto hay que añadirle los problemas de cada uno y las realidades de la carrera de cada voluntario. Por ello muchas de las veces hay que insistirles en que el compromiso es algo de lo que los discapacitados y niños dependen.

En cuanto a los villancicos de este año, el Valle del Roncal ha participado de nuevo, y nos ha brindado con sus sonrisas y la alegría que ponen en las cosas.

Sí, la verdad es que se ha convertido en tradición. Empezó por su disponibilidad y se ha convertido en una especie de tradición, es una manera de que se desfoguen, cambien de ambiente. La verdad es que estas personas se lo pasan genial en su momento de gloria. Son felices y disfrutan cantando. Cada año quieren repetir.

Cada proyecto que saca UAS, está sustentado por su filosofía de contribución y ayuda.

Su espíritu hace que el proyecto pueda salir adelante. Los proyectos anteriores son:

Solidariun, al principio del nuevo curso en el que se recaudó alrededor de 2000 €. La Olimpiada Solidaria de Estudio que concluyó hace poco. Por último, la campaña de Navidad que tiene su estrella principal la campaña del Kilo.








miércoles, 10 de diciembre de 2008

MI FOTOGRAFO



Steve McCurry
BIOGRAFÍA



Nacido en Philadelphia en 1.950, Steve McCurry está considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo.McCurry se graduó con los más altos honores de la Facultad de Artes y Arquitectura en la Universidad del Estado de Pennsylvania con un “cum laude” en Cinematografía e Historia. Después de trabajar en un periódico durante dos años, lo dejó y se marchó hacia la India. La experiencia que allí adquirió enseñó a Steve la recompensa a la paciencia de esperar a que un medio ambiente sea perfecto para formar una magnífica composición. En 1.984 fue ganador del premio al mejor fotógrafo por la Asociación de Fotógrafos de Prensa. Colaborador habitual de National Geographic y de numerosas publicaciones fotográficas. El reconocimiento le llegó de la mano de la que fue su mejor fotografía. Fue en 1984 cuando realizó la toma: el rostro de una muchacha afgana en el campamento de refugiados de Nasir Bagh en Peshawar (Pakistán).



Los ojos de la chica dieron la vuelta al mundo en la que fue la portada más sonada de National Geographic. Los grandes ojos verdes de la pequeña parecían sobresaltados con las insinuaciones de los azules y el miedo, contaban su historia. Helicópteros soviéticos destruyeron su pueblo y familia, forzándola a hacer un viaje de dos semanas a las montañas peligrosas de Afganistán. La foto se hizo un icono de National Geographic después de que fue publicada en la portada en junio de 1985. Él había pasado sus dos años anteriores, trabajando en una historia sobre los millones de refugiados que escaparon de Afganistán durante la invasión soviética.

Steve McCurry empezó a trabajar en Afganistán justo después de la invasión Rusa en 1979.Y alcanzó un punto decisivo en su carrera en el año 1980 cuando, encubierto en vestimenta nativa, cruzó la frontera con el Pakistán en el Afganistán controlado por los rebeldes, justo antes de la invasión soviética. Cuando salió de Afganistán tenía los rollos de película cosidos a la ropa. McCurry presentó con horribles imágenes al resto del mundo la zona devastada por la guerra, por primera vez. Sus imágenes de Afganistán se publicaron en todo el mundo y demostraron el conflicto que allí había. Su valor para entrar y capturar fotografías de un país en ese tiempo tumultuoso fue recompensado con la Medalla de oro de Robert Capa al Mejor Reportaje Fotográfico del extranjero, un premio dedicado a fotógrafos que exponen un coraje excepcional, dedicación a su profesión. Este galardón es también una concesión dedicada a los fotógrafos que exhiben un valor y entereza excepcional. Desde entonces, McCurry ha cubierto numerosas áreas de conflictos, tanto internacionales como civiles; incluyendo la tensión entre Irán e Irak, la desintegración de la antigua Yugoslavia, conflictos en Beirut, Camboya, las Islas Filipinas, la guerra del Golfo Pérsico, Birmania, Yemen, Cachemira, Afganistán

McCurry aprendió a mirar y esperar. Si sabes esperas, como él mismo dijo, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz. Él no se describe como fotógrafo de la guerra, se centra en la realidad humana de esta, demostrando lo que impresiona un paisaje y la cara humana. McCurry ha tenido la muerte bastante cerca. Arrestado y encadenado en Paquistán, ahogado casi en Eslovenia y la India, abatido en la India también por las muchedumbres entusiastas y un intento de asesinato por un majadeen. Ha ganado parte de de las concesiones más altas del fotoperiodismo y es miembro de la prestigiosa agencia Magnum Photos desde 1986. Es el receptor de numerosos premios, incluidos Magazín Fotógrafo del Año, el primer premio de World Press Photo Contest recibido dos veces y una Olivier Rebbot Memorial Award. Su fotografía aparece en el National Geographic Magazín, centrado recientemente en los templos de Angkor Wat, Yemen, Camboya y Kabul. Cercano a las Torres Gemelas de Nueva York cuando fueron atentadas, McCurry se apresuró a la zona cero, captando conmovedoras imágenes de la injusticia, el dolor y el apoyo de los neoyorquinos en este día trascendental.






McCurry también forma parte del consejo de administración de la junta de directores de Imagineasia. Ésta es una organización que ayuda a los niños en las comunidades rurales de Asia por abordar fundamentales de la educación y las necesidades de atención de salud. Trabaja en colaboración con los dirigentes de las comunidades y las organizaciones no gubernamentales locales para establecer escuelas primarias, que ofrecen la ventaja añadida de la atención médica. Bonnie V'Soske, Thomas M. Niccum y Lawrence Cumbo, son junto con Steve, los otros miembros que componen la junta de directores de Imagineasia.








lunes, 1 de diciembre de 2008

Bodegón
















Entrevistas

Cristina Narvaiza tiene 23 años y es natural de Zaragoza.




¿Por qué elegiste Arquitectura?

Mi padre es arquitecto y es algo que siempre he visto en familia. Ya desde pequeña jugaba a las construcciones y hacia casitas con las piezas de lego, era el mejor juego. Mi hermano fue el primero en seguir con esta profesión, al contarme sus experiencias y trabajos aumentaban mis ganas de estudiar esta carrera, luego es cada uno el que pone el toque distintivo porque lo haces tuyo.

Cuando empecé estaba contenta con la elección que había hecho y cuanto más voy aprendiendo más engancha. Me gusta lo que hago y cada vez veo más claro que esto es lo que quiero.

¿Cómo ves tu futuro?

Tengo muchos caminos para escoger, pero la verdad que todavía no me he decidido por ninguno. Estoy un poco indecisa. Lo que más me atrae es el mundo de la construcción. De hecho estoy colaborando con el departamento de construcción de la Escuela, que me ayuda a tener un poco más clara mi decisión.

También barajo el mundo de la docencia pero siempre como algo complementario más que vocacional, no quiero dedicarme en exclusiva a este campo, que a la vez que interesante me parece que exige una formación continua para no quedarse atrás.

¿Cómo te defines?

Soy una persona tímida al principio pero cuando ya he conocido a la persona y tengo un poco más de confianza con ella, pierdo un poco de timidez. Soy alegre y un poco cabezota, cuando algo se pone en medio tengo que conseguirlo como sea.

¿Qué aficiones tienes?

Practico artes marciales, tengo el cinturón negro de Kárate y ahora estoy avanzando en Aikido, a través de ellos me desfogo y consigo evadirme de todo lo que me rodea por unas horas. Mediante la fotografía consigo expresar lo que me gusta apreciar.

La tecnología es otra de mis aficiones. Y me encanta viajar, planear viajes y cosas nuevas para conocer.

¿Trabajas y estudias?

Como dije antes, trabajo como colaboradora en un departamento, avanzo en el conocimiento de lo que más me gusta. Me aporta más conocimientos de los que aprendemos en clase, ya que es la aplicación de la teoría a la realidad y por tanto se desarrolla más práctica que teoría.

Anécdota que recuerdes en tus años de carrera.

Pues creo que una de las primeras, por eso igual me acuerdo más. El primer año en una de las asignaturas que teníamos los dos grupos juntos en el Aula Magna, a principio de curso en una de esas clases con proyecciones de fotos mientras el profesor habla y explica la Introducción a la Arquitectura. Me entraron ganas de estornudar, pero no se estornudar bien así que intenté aguantarme pero fue peor. Acabó saliéndome un estornudo horrible, el profesor paró la clase, empezó a buscar con la mirada quién había sido y dijo “madre mía, que potencia…eso es estornudar a gusto” o algo así. Me puse de un color infrarrojo o algo parecido mientras me escurría en el asiento para que no me viese nadie.



Belén Varela
Argentina de 22 años


Belén llegó

jueves, 6 de noviembre de 2008

jueves, 16 de octubre de 2008

Ilustra un artículo (I)





Gánese a los clientes para que mantengan su fidelidad


Autor: Antonio Argandoña
Profesor del IESE
Universidad de Navarra

Fecha: 28 de abril de 2008

Publicado en: Expansión (Madrid)



Me gusta ir prevenido por la vida: soy de los que se llevan dos libros en los viajes; uno para leer en el puente aéreo, y otro por si el retraso del avión es superior al normal. No me gusta ser cenizo, pero me parece que muchas empresas mirarían el futuro con más optimismo si hubiesen sido previsoras. Por eso, voy a dar algunos consejos a empresarios que no me los piden. Cuando se empieza a ver las orejas al lobo, una buena práctica es diseñar un escenario negativo, pensar cómo nos encontraremos en él y, si el resultado de este ejercicio no es agradable, empezar a pensar qué podemos hacer para salir de él o, mejor aún, para no caer en él.


Estamos ante una pérdida de ritmo que tiene componentes financieros importantes, porque empieza con el agotamiento de un ciclo expansivo marcado por el dinero abundante y barato y se afianza con una crisis financiera, generada fuera de nuestras fronteras, pero que nos está afectando. El peligro para nuestras empresas es financiero: la no generación de los fondos necesarios para hacer frente no ya a las inversiones, sino ni siquiera a los gastos ordinarios. Y esto puede deberse a factores externos -el crédito es más escaso, más caro y más difícil-, pero, sobre todo, a factores internos al negocio.


Las señales de alarma son bien conocidas. Una caída de las ventas y un incremento de la morosidad: los ingresos caen. Por tanto, los gastos de estructura crecen por encima de las ventas y el endeudamiento progresa más aprisa que las operaciones. Y pronto se sumarán los factores externos: los proveedores pondrán mala cara a la hora de servirnos y los bancos nos pedirán la devolución de los créditos o se negarán a ampliarlos.


¿Qué podemos hacer en una coyuntura como ésta? Lo primero es reconocer la situación: “Houston, tenemos un problema”. Hay que poner cifras a ese problema: para eso están los balances y las cuentas de resultados provisionales: diseñar escenarios alternativos bajo distintos supuestos, más o menos pesimistas. Y prepararse para lo peor: el plan de emergencia tiene que contemplar una situación verdaderamente difícil, de modo que, a partir de ahí, lo que vaya a ocurrir nunca sea tan grave. El lema debe ser dar prioridad a la liquidez. Reducir los gastos o tener previstos qué gastos vamos a reducir cuándo, en qué cuantía y por qué medios; desinvertir, redimensionar activos, aunque esto puede ser difícil de implementar. Si hace falta, buscar nuevas aportaciones de capital -aún no es tarde para encontrar alguien a quien tentar-, pensar en una fusión o en una venta total o parcial del negocio…


Ya he mencionado otras veces las variables importantes: coste del crédito, disponibilidad de los bancos, evolución de los mercados financieros; perspectivas del empleo y su repercusión sobre las decisiones de gasto de las familias: indicadores de demanda y de consumo, porque por ahí vendrá el contagio de unos sectores a otros. Apóyese en el sector exterior, porque está aguantando bastante bien. Gánese a los clientes para que mantengan su fidelidad: vaya a verlos, hable con ellos, cuénteles sus proyectos, ofréceles algo más que precios bajos… Hable con su banco, pero no espere a tener que decirle que no le puede devolver el crédito. En la crisis hipotecaria norteamericana que empezó el año pasado, una queja unánime de las entidades crediticias fue que los deudores no fueron pronto a contarles sus problemas, lo que impidió el diseño de soluciones apropiadas. No espere soluciones mágicas del Gobierno y no pierda el tiempo lamentándose.

martes, 7 de octubre de 2008

1000 fotos

Suena el despertador a las 7.00 de la mañana, estiro mi brazo en busca de ese aparto que emite ese ruido tan molesto, a su lado está la cámara, que había dejado estratégicamente colocada para que fuera ella la que grabara las imágenes que yo veo al levantarme. La primera imagen es el suelo, al que miro con resignación, ayer fue un día duro y me levanto adolorida, la imagen está desenfocada, como mi vista recién despierta.

Tras espabilarme, me dirijo a la cocina a desayunar y recomponer fuerzas. La siguiente foto es en la cocina, el reencuentro matutino con mis compañeras de piso. Cada quien tiene su despertar, somos un piso de lo más variopinto, por ello estas imágenes merecen comentarse, María con los ojos medio cerrados no se percata de la fotografía, empieza a ser persona cuando se ha tomado algo y se ha situado en su espacio vital. Miro hacia atrás y por el pasillo se acerca Leyre, mi otra compañera, que viene decidida hacia la cocina, el flash le persigue cual modelo de pasarela. Su primera acción es poner el café en el fuego para que se vaya calentando mientras se prepara. Es curioso como son los hábitos y las manías de cada persona, y cuando las estás relatando a través de imágenes te das cuenta de que esos instantes que se quedan grabados en la cámara son del día a día, momentos que configuran nuestra jornada, y que llegan a formar parte de nuestra vida.

Después de desayunar, cada una entra en sus respectivas habitaciones para concluir lo que se suele llamar el “ritual de cada mañana”. A las 8:15 ya estamos listas para salir de casa, “momento foto” para celebrar que por fin estamos listas y dispuestas a tener un duro día de trabajo. Ya en la calle nos despedimos, “hasta la tarde” dice una, “hasta la comida” dice otra, yo no les veré hasta la noche, mi momento con ellas ha quedado relegado a la mañana, ahora tendré que fotografiar a la gente con la que paso la mañana y la tarde. Llego al trabajo y como cada mañana saludo a Jesús mi compañero de trabajo al que le hago una foto en su pose natural, sentado, bien erguido y mirando al ordenador concentrado a primera hora de la mañana. La siguiente escena que fotografío es mi lugar de trabajo, mi ordenador y mi silla. A partir de las 8:35 empieza a llegar el resto de compañeros, coloco la cámara enfrente de la puerta para visualizar mejor la llegada de cada uno. Sus caras son de sueño, de impresión, de sorprendidos… Luego vienen las quejas y la exigencia de explicaciones, pero no me hacen borrar las artísticas fotos que he sacado. Tras la primera media hora de trabajo, empiezo a fotografiar las escenas de una mañana habitual, cómo cada uno trabaja en su puesto y con sus funciones. Se ven las primeras prisas por acabar un trabajo, llamadas insistentes a los diferentes teléfonos que configuran esta oficina, cabezas que poco les falta para introducirse en la pantalla del ordenador…

La jornada laboral llega a su fin a las 14:00 h, el flash ilumina las escenas más graciosas, cada uno es diferente al resto, y sus maneras de hacer las cosas muy peculiares. En la comida nos juntamos parte del equipo de la oficina. En el Faustino, la cafetería más emblemática de esta universidad hace que las fotos tengan más personalidad y las personas más grandeza de la que ya tienen. Juan y todo su equipo son ahora los protagonistas, es muy gracioso ver desde fuera lo que sucede dentro de la barra. Según quien te atienda se recibe una sonrisa, o muchas sonrisas, y si te descuidas un “mi chica”, “cariño” o una media sonrisa si pides después de haber pagado. Conseguimos sitio fácilmente, y lo cogemos antes de que nos lo quiten. En este momento el protagonista es la comida. Las fotos quedan zanjadas en la hora de la comida. Tras ésta, viene la pequeña sobremesa, y quedan permitidas las fotos. Dan las 15:00 y volvemos al trabajo, unas con más y otras con menos pereza.

De camino a la facultad voy sacando fotos de las imágenes que todos los días vemos y que quizá no nos percatamos de la belleza que tienen. Ya en clase, fotografío a la gente que llega exhausta a clase. En el descanso empiezo a hacer uso de las “7 reglas de la composición” al contemplar la posición que se adquiere desde debajo de las gradas, empiezo a seguir las líneas que componen en techo que siguen un orden similar a las líneas que dividen cada espacio en el gradas.

Después de dos horas de clase cambio de tercio y me dirijo a otra materia, la gente ya no es la misma que antes, son de diferentes carreras, no los conoces por nombre y apellido, pero les conoces del día a día, sabes quiénes son si les ves en otro ambiente o si te los cruzas por los pasillos, a ellos también les saco fotos.

Las luces de los pasillos se encienden y la facultad cambia de color. Me sitúo enfrente de la puerta y miro a la gente que entra y sale de la facultad, hace frío, y antes de salir todo es un ritual para enfrentarse al frío que hace fuera.

La jornada de clases ha llegado a su fin, por la cuesta que me lleva a mi casa, cristalizo las imágenes que me voy encontrando por el camino, es una cuesta bastante triste y sin vida, y la cosa se atenúa más cuando llega el invierno. Llego a mi casa y me recibe mi compañera de piso a la que nunca le falta una sonrisa en el rostro. Nos sacamos una foto para conmemorar que he llegado un poco más pronto de lo habitual. Sentadas en el sillón del salón, empezamos a comentar nuestro día, es curioso pero lo bueno es que siempre tenemos cosas para contar, y eso nos hace estar más unidas. Ya cenando les pido la última foto, para cerrar el capítulo de hoy en el que las 1000 fotos han hecho que mi día se detenga en los pequeños detalles.

El mercado






Llego al mercado a una hora en la que la gente se agolpa por comprar, se apelotona en los puestos en los que más gente hay para ver los productos que se ofertan. Voy sacando fotos a unos y a otros para zambullirme en el ambiente matutino del mercado. La gente a la que voy observando es reacia a las fotos, me miran con mala cara o se apartan para no aparecer en las fotos. Las dependientas de los puestos dan vida al lugar, con sus sonrisas, sus caras expresivas. No sé por donde empezar, hay mucho que fotografiar pero no me decido qué puesto fotografiar primero. Me decido por la frutería, las tenderas parecen simpáticas pero no se atreven a mirar de frente al objetivo. El día está triste la luz no penetra entre los cristales como lo hace cuando el sol brilla, por ello las primeras fotos salen sin ese color natural de fondo, esa luz que realza más las imágenes.

Voy de frutería en frutería hasta que me decido por una en la que la disposición de la gente, la tendera y la perspectiva me gustan. Al final me decido por una que me parece “diferente” son las manos de diferentes personas señalando la fruta” señal de muchas cosas, las manos son una de las partes más importantes de nuestro cuerpo, con ellas no solo cogemos los objetos sino que a través de ellas sentimos, palpamos y nos expresamos. Después de la frutería observo a la gente, cómo pasean por el mercado, otros van en busca de la mejor oferta, otros se detienen en cada puesto en busca de productos para llevarse a casa. Los niños que van con sus padres juegan y degustan todo aquello que les dan las amables señoras.

Voy paseando y me llama la atención la pescadería, la gente que atiende es muy simpática, en sus rostros tienen dibujada una sonrisa permanente, tienen eso que se llama empatía, les miras y cuando te van a atender sientes un trato especial, no sólo estás comprando un producto, se lo estas comprando a una simpática señora o señor que con su mejor cara de sábado por la mañana, te está regalando su simpatía. Voy sacando fotos a todos aquellos que se encuentran allí, me fijo en sus posturas, en sus expresiones de espera, y las fotografío. Ahora me fijo en las dependientas, que me mira con media sonrisa, le miro más de frente y es entonces cuando nos miramos cara a cara, y me dice “a mí no me saques que no salgo bien en las fotos” pero al decírmelo con una sonrisa me da la confianza para tratar con simpatía y decirle: “qué va eso sólo se dice por vergüenza, ya verás como no” con sus risas y las del resto de dependientes se va creando una buena atmosfera. Me detengo en la pescadería para poder sacar buenas fotos de lo que allí está sucediendo. Me centro en una de las dependientas y como si no fuera con ella sigue atendiendo a la gente, pero los productos los inclina un poco disimuladamente para que yo pueda sacar las fotos.

Tras la pescadería me dirijo a la carnicería y de todas las fotos que saco sólo me gusta una de ellas, que quizá no tenga mucho contenido informativo o expresivo pero me parece una técnica y por ello lo fotografío. Intento sacar a los carniceros entre las flautas de chorizo que están colgadas, pero no lo consigo. Finalmente me quedo con la que he sacado y con todo mi repertorio me voy a casa a abrigarme que el día engaña y en el mercado hace mucho frío.



martes, 30 de septiembre de 2008

Un árbol diferente







¿Por qué es un árbol diferente? Sólo viéndolo de cerca se percibe esto que escribo. Un árbol que al verlo te recoge con sus ramas que caen hasta el suelo. Como queriendo fotografiar las mejores poses del mejor actor me dispongo a fotografiar a tan elocuente sauce. Empiezo por sus hojas que dicen mucho de él, su copa que no es perfecta, sus ramas que parece que se escapan, acompasan al viento cuando sopla. Como pasando una suave cortina, me introduzco en el interior del sauce, su tronco, grande, hace que la cámara quiera fotografiar todo de él, empiezo por la parte central que me llama mucho la atención, pero mirando hacia arriba observo que en su intento de querer llegar a lo más alto se ha ido retorciendo. Sus ramas se han ido convirtiendo en pequeños troncos, por el grosor que tienen. Esas formas sorprenden a la vista. Entre su heterogéna copa se filtran los rayos de sol que entran tímidamente en el interior del árbol.